viernes, 26 de septiembre de 2014

30S, CRISIS DE INSEGURIDAD

 Como cosa rara estaba en mi casa y viendo tele. Recuerdo perfecto haber estado haciendo zapping cuando un EXTRA EXTRA del noticiero cortó las transmisiones normales: imágenes de disparos de policías contra militares, militares contra policías, un presidente hablando con una máscara de gas en la cabeza, gente protestando en las calles… ¡No se entendía nada! Lo primero que pensé fue “¿¡Crisis en Honduras otra vez?!”. No recuerdo mucho cuánto me informé después, pero cuando me vine a vivir a Ecuador una de las primeras cosas que entendí de este país es que había un antes y después de ese día, y que eso lo dividió drásticamente en dos partes: los que estaban en contra del presidente Rafael Correa y los que estaban a favor.

¿Que qué pasó en esa jornada tan importante? Intentaré hacer un resumen lo más objetivamente posible de los hechos y después les daré mi lo más neutralmente posible opinión al respecto:


El 30 de septiembre del 2010 policías de Ecuador salieron a protestar a las calles en contra de una nueva ley salarial que cambiaría las condiciones de trabajo de todos los funcionarios públicos y que en su definición aumentaría la calidad del servicio público, tanto en las condiciones para los trabajadores, como en la prestación de servicios para los usuarios. Muchos rumores corrieron por las calles esos días: que les iban a bajar los sueldos a los funcionarios públicos, que iba a haber despidos, que los cambios iban a ser para peor… Nadie sabe de dónde se originaron esos rumores, pero lo que sí sabemos es que había muchos policías que no estaban dispuestos a aceptar esos supuestos cambios y se organizaron para salir a las calles a exigir al presidente de la República que hiciera una serie de cambios a la ley ya aprobada por la Asamblea Nacional. Hasta el momento suena lógico que si a uno le avisan que le van a bajar el sueldo y lo van a hacer trabajar más, le den ganas de patalear (El derecho a pataleo es inherente al ser humano).

La cosa es que ese día los policías no trabajaron, se pusieron a bloquear carreteras y la entrada al parlamento, mientras que la fuerza aérea bloqueó el aeropuerto. El foco de las movilizaciones fue el Regimiento de policía en Quito.

Se puso seria la cosa. Tan seria, que el Presidente Rafael Correa fue él mismo a ver qué pasaba y hablar directamente con los policías. En su discurso aseguró tajantemente que no iba a hacer cambios a la ley. La respuesta que obtuvo fue una masa más enardecida que alzó más aún la voz, lanzó gas lacrimógeno al primer mandatario y le hirió su recién operada rodilla. Con mucha dificultad el presidente fue trasladado urgentemente al Hospital de Policía que quedaba ahí al ladito. Los policías los persiguieron y rodearon el lugar. Rafael Correa desde el interior, desafió a los policías a que lo mataran, se declaró secuestrado, dio entrevistas, siguió mandando el país, habló por teléfono con presidentes de todas partes del mundo, estuvo ocho horas en cadena nacional, firmó el estado de excepción digitalmente y planificó su salida del lugar. Horas después, las Fuerzas Armadas entraron en escena, se enfrentaron con los manifestantes y rescataron al presidente.


Ahora, lo más importante, es lo que pasó con la gente mientras toda esta crisis social estaba sucediendo. Imagínense un país sin policía, con militares enfrentando a la policía y un presidente declarándose como secuestrado. ¡Bienvenido el caos! La gente salió a protestar a favor de unos y en contra de otros, mientras que los menos gente se dedicaron a saquear comercio e incluso hogares. Los enfrentamientos se produjeron en todo el territorio nacional. Como consecuencia de dicho caos el país tuvo que lamentar la muerte de un joven manifestante de 19 años, de dos soldados y de dos policías, además de los 274 heridos de saldo. Para qué hablar de las pérdidas materiales.

Es en este punto en el que vuelvo a la misma reflexión que tengo cuando veo cualquier hecho violento masivo de cualquier país: ¿valió la pena? ¿Cuánto ganó Ecuador ese día y cuánto perdió? Porque como suele pasar en nuestra amada latino américa, al parecer otra vez el que pagó los platos rotos es el pueblo. Me pregunto si la mamá de ese joven de 19 años piensa que era justo y necesario que su hijo muriera ese día.

Cuando estudié Resolución de Conflictos, aprendí que si somos agresivos lo más probable es que nos encontremos con la agresividad del otro o en el peor de los casos con su absoluta pasividad, pero que en ninguno de los casos podremos establecer algo constructivo. Si nos ponemos en el plano de quién tiró la primera piedra y quién siguió después, pero que quién tuvo la culpa y quién la razón, seguro vamos a encontrar infinitas posiciones, pero en lo que sí estoy de acuerdo con los analistas políticos, es que de ninguna manera ese día fue bien manejado el conflicto, desde ninguna de las partes. Las autoridades no hicieron lo que debían y dejaron a la ciudadanía a expensas del caos.


Posterior a ese día, la cosa se transformó en un debate político en el que se apuntaron con el dedo unos a otros, acusándose mutuamente de complots para ganar adhesión en el caso del gobierno o intento de golpe de estado en el caso de la oposición. Y todo se resumió a eso, a adhesiones y acusaciones políticas. Pienso ahora en la mamá del policía más joven que murió ese día: no debe haber política en el mundo que la consuele.


Durante los dos años que he vivido en este hermoso país he escuchado a muchos ecuatorianos declarar lealtad absoluta a Rafael Correa. Asimismo he escuchado a otros ecuatorianos acusarlo de manipulador e incluso de dictador. Puedo decirles que de a poco he ido entendiendo esa división ideológica, el amor y odio a los diferentes presidentes, el  por qué de la fuerza que ha tomado el concepto de la Revolución Ciudadana y cuánto se aprecian los cambios que ha realizado y está realizando el gobierno actual, por sus adeptos y opositores. Nunca había sido testigo de un país que haya tejido su idiosincrasia con tanta hebra política.

Los conflictos son inherentes a cualquier sociedad y son el engranaje de su desarrollo, porque siempre van a existir los problemas de poder o diferencias de intereses entre los diferentes grupos sociales, pero si un conflicto es llevado de buena manera puede ser un importante factor de renovación y cambio social y puede lograr que al remecer las estructuras de una sociedad puede terminar aumentando la unidad y cohesión de las personas, pero para eso necesitamos considerar al otro, no olvidar que es un ser humano con necesidades e intereses como cada uno de nosotros y que tenemos cosas que nos hacen seres únicos, especiales y relevantes en este planeta.

Tolerancia, respeto, empatía y amor, son los ingredientes principales para que crezcamos como personas, pueblos, países y si nos queremos poner exigentes, hasta como humanidad.

Antes de lanzar la primera piedra, primero pregúntate si no sería bueno mejor sentarse a conversar un buen café.



Por: Bárbara Mejías

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