domingo, 6 de abril de 2014

Tisaleo... un rincón cerca del cielo


En las faldas del Carihuairazo, a 3.245 metros de altura y bien cerquita del cielo está Tisaleo, cantón de la provincia del Tungurahua, ubicado a 20 minutos de la ciudad de Ambato. El camino está marcado desde la carretera, como para que nadie se pierda, la entrada es por Alobamba y de ahí se agarra camino de unos cuantos minutos para arriba, bien arriba.

Ahí encontrará esta pequeña ciudad de tierra fértil, de gente amiga, trabajadora y generosa, sí, sobre todo generosa.
Una tierra pródiga y multicolor que cobija a los tisaleños, sus huertos de frutas son la delicia de los turistas y entre los surcos marcados por manos laboriosas se cultiva y se cosechan las más exquisitas moras y frutillas de este país.

Entre las empinadas y amplias calles de Tisaleo van apareciendo sus personajes diarios, ahí está don Marco Toapanta, un guerrero del frío páramo, hombre sencillo y cordial, tiene 55 años, de los cuales lleva diez años cultivando un huerto de frutillas, huerto que cosecha cada tres meses y que le permite vender a 18 dólares cada canasta con 50 libras de la fruta.

Sus dos hijos ya crecieron y ahora Marco dedica todo su tiempo y atención a su mujer de toda la vida y al huerto de frutillas. De manos grandes y laboriosas, recorre su cuadrilla de sembrado con mística dedicación, la altura y el frío son parte de su día a día y no le cobran factura a su ritmo de trabajo.
Llegando al centro de Tisaleo, encontramos a Juan Carlos Saquinga, nacido en Baños, llegó un día de visita a Tisaleo y terminó quedándose. Es un artesano que reparte su tiempo entre el cedro y la caña de azúcar.
Su taller de guitarras es conocido por muchos artistas, uno que otro famoso, que confía en su arte con el que da forma a las guitarras.

Todos los viernes deja encargado el taller y viaja para el Puyo, regresa al día siguiente, cargado de cañas de azúcar, este hombre se las conoce todas, al turista para que aprecie su arte, se le tiene que ir el frío y eso se logra rapidito con el dulce jugo de la caña de azúcar que él en su máquina artesanal prepara y ofrece.

Y si es que los tisaleños se las saben, pues seguro es porque las tisaleñas les enseñaron bien, y una de ellas es Gladys Proaño, tiene 51 años, casada dice que desde siempre con Oswaldo Solís, un pensionista al que tempranamente le llegó el retiro. "A esta ciudad le falta algo" reflexionaba doña Gladys, mientras atendía en su pequeño negocio de variedades. "No falta nada vecina -le contestaban-, Tisaleo es hermoso si hasta tenemos al Carihuairazo y al Cotopaxi cerquita nuestro. Tenemos de todo, completitos siempre hemos sido":

Tenemos de todo, sí, pero menos donde la gente se quede, fue lo que doña Gladys respondió y así fue que gracias a su iniciativa, Tisaleo logró tener su primer Hotel, el "Santa Lucía", llamado así por la patrona del cantón.  Un hotel sencillo y acogedor, como los lugareños, que permite a los turistas quedarse un poco más en este cachito de cielo.

Y si el paisaje andino lo conquista, espere probar la gastronomía tisaleña, Rosa Guerrero, (divorciada y viuda del mismo hombre, así se presenta ella) habla con entusiasmo de las exquisiteces que ofrece esta tierra. A sus 64 años, ella decidió poner su toque gastronómico en el negocio de su hijo, "La esquina del sabor". Ahí, en el portal del restaurant, Rosita, como la llaman sus amigos, vigila la perfecta cocción del plato preferido de los turistas: cuy asado.
En las tardes llegan a hacerle compañía sus amigas: Juanita Sánchez (78 años) y Zoila Dioselina Guerrero, que a sus 90 años conserva la picardía y lucidez de sus años mozos.
Todos ellos son personajes de una postal de este país multicolor, una postal llamada Tisaleo, ciudad para soñar, de extraordinaria belleza, de fríos y mágicos paisajes y sobre todo de gente eterna.


Por: Yazmín Bustán Y.
Fotos: Margarita Bajaña

No hay comentarios: