martes, 18 de febrero de 2014

ATACAMES NO ES LO QUE ME CONTARON

 
 “¿¡Te vas a Atacames!? ¿¡Y sola?!” Sí claro ¿Por qué no? Que es peligroso, que la gente allá no es como la de Montañita, que ya no es lo mismo de antes, que tenga mucho cuidado, que mejor no vaya, que por qué no a otro lado… Creo que una de las cosas que los viajes me han enseñado es a no hacerle caso a los prejuicios. Los prejuicios te detienen, te desvían, te bloquean y te quitan la posibilidad de experimentar las cosas desde tu propia óptica. Aunque en realidad estos más que prejuicios eran juicios de gente que ya habían ido a Atacames, que habían visto la evolución de un pequeño pueblo transformarse en ciudad, integrando en sus filas peligrosas mafias y delincuencia, que cambió la arquitectura de caña por el cemento y la amabilidad de un plato en la mesa por la venta de almuerzos y meriendas. Es comprensible tanto recelo, pero eso mismo hizo que me planteara el viaje más como un desafío que cualquier otra cosa.

Llego a Atacames a las 5:30 a.m. Se ve poco iluminado y el aire se siente un poco denso. Vengo cansada, muerta de sueño y para ser sincera con un poquito de susto.  En el hostal Ficcus me está esperando Sandra, una sonriente negra que no me conoce pero me recibe como si hubiera sido una pariente que viene a visitarla. Al otro día despierto y salgo a la calle mirando para todas partes, cuál roedor saliendo de su madriguera. La poca gente que veo me mira como bicho raro. Voy compro algo para comer y me escondo otra vez. Al fin y al cabo los comentarios que me hicieron antes de venir aquí, parecen haber hecho mella en mí.

La mañana siguiente Sandra me viene a buscar, me invita un café, me cuenta de su vida y yo de la mía. Empiezo a sentirme como en casa. Al rato me hago amiga de Carlos, el administrador del hotel de la esquina que me presta internet y de Rubiel, su fiel amigo colombiano; Estela, una negra sabia me lee mis energías fumando habano; hablo con la chica del comedor donde almuerzo; más tarde discuto con un anciano y su hijo de política, democracia e igualdad. Dos días después ya conozco a toda la gente de las tres cuadras alrededor. Atacames ya no es tan hostil, empieza a tomar otros colores y me está empezando a gustar.


Al otro día camino con 2 amigos surfistas por la extensa y hermosa playa de aguas verde esmeralda (¡Aaaah, quizás de ahí viene el nombre de la provincia!), está lleno de hoteles y hostales de todos los precios y todos los gustos. Por la tarde surfeamos en unas olas increíbles y en la tibia noche tomamos cervezas mirando al mar en un bar construido todo de caña y techo de cade. Dos días después voy al centro cruzando un puente que atraviesa el manglar más grande que haya visto hasta el momento (tampoco es que haya visto muchos): allá hay mucho movimiento, mucho comercio abierto, la salsa suena en todos lados, la gente vestida de alegres colores sonríe, comparte, parece divertirse y muchos niños juegan en las calles. El atacameño común es alegre, bromista, amable, de pensamiento crítico y mirada profunda. ¿Quién dijo hostil? ¡Ya quiero quedarme a vivir aquí!


Ahora que lo pienso bien, me engañaron: Atacames no es nada de lo que me dijeron. Es cierto, supe de un par de robos, pero en todas partes hay que tener cuidado con tus pertenencias.
Dicen que los lugares los hacen las personas y la gente aquí es muy linda y generosa y hay mucho que disfrutar: la comida esmeraldeña tiene una sazón exquisita, el clima es tibio y amigable, los bares a la orilla del mar son lo máximo y las olas son perfectas. Como dicen en la tele: venga y compruébelo por usted mismo.

Por: Barbarita Mejías

2 comentarios:

Omar Vivanco V. dijo...

Que buena pluma tienes, amiga Bbta. Felicitaciones, hay talento en tus palabras. En una de esas te animas y escribes una especie de "guia turistica", pero mas que entregar "datos" de bellos lugares , podrias narrar las emociones y experiencias que vas sintiendo en aquellos lugares. Siga asi.... Un besote desde Melipilla, Chile.i

Bbta dijo...

Muchas gracias Omar! seguiremos haciéndole empeño! un abrazo