domingo, 3 de mayo de 2015

Como en la fábula del ciervo

No es que me guste estar del otro lado del espejo, lo que realmente me gusta es creer... que a la persona que veo, no soy yo, y me gusta criticarla de pies a cabeza... ya saben... cómo está vestido, como se ve sonriendo, ...serio, enojado o preocupado,... en fin, de todas las formas que se me ocurran...
Soy más que drástico con mi doble, no me gustan muchas cosas de él pero en ningún momento creo, pienso o asumo que los cambios debo hacerlos yo, no... para nada, no veo la relación entre él y yo y si alguien llega a verme y me dice:
- qué tanto te miras al espejo?, yo escucho:
- qué tanto miras a ese tipo?
Yo escucho... y respondo
- ...observando y criticando...
Me doy media vuelta y lo dejo en paz, salgo de la habitación y me olvido de lo que vi y de lo que dije y de lo que pensé del fulano aquel. Nunca, nunca asumí que esa persona era yo simplemente porque yo tenía muy clara mi personalidad, mi imagen y mis conceptos y el yo del espejo era una caricatura mía poco seria, solo pretendía embaucarme con su reflejo del día... a veces quería ser conciliador, otras cruel y de vez en cuando "generoso"...

Me gustaba observar a las demás personas que inconscientemente se acercaban al espejo para; según ellos, arreglarse el nudo de la corbata, los hombres o retocar el maquillaje, las mujeres... Con todos ellos el espejo era cruel, se podía notar en el rostro de cada uno cuando abandonaban la habitación... y hasta era cruel con los poco agraciados porque ellos salían sonrientes y dispuestos a amistarse con todos los que vieran la "belleza" que el vidrio esmaltado les había "mostrado" que poseían... pero la alegría no les duraba mucho... hasta el segundo desprecio de un "el" o de una "ella", recién entonces entendían que el maldito los había engañado.
Era un engañabobos el espejo, como era el agua con el ciervo.
Recuerdan esta fábula?:

El ciervo y su reflejo
Un ciervo que pasaba por una fuente de agua, se puso a beber de ella, entonces el ciervo vio en el agua su reflejo, y se deleitaba muy satisfecho de sus grandes cuernos, pero triste al ver sus piernas tan largas y delgadas.
Mientras miraba su reflejo oyó los gritos de un cazador y los ladridos de varios perros, gracias a sus ágiles piernas consiguió escapar del cazador, mientras corría se quedó atrapado entre las ramas y al poco rato llego el cazador y lo atrapó. El ciervo después se dio cuenta que de lo que estaba más orgulloso no le ayudaba y de lo que menos quería de él, le servía de mucho.
Por lo tanto, alabó lo que antes menospreciaba, y menospreció lo que antes alababa. Aunque ya era muy tarde. Aunque algunos cuentan de que logró escapar y que jamás volvió a mirarse en la fuente.
Moraleja :   "Hay que estar orgulloso de ser como somos. Ya que en cuestiones de gustos, no haya nada escrito y mañana sea feo lo que hoy es bonito".



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