domingo, 25 de mayo de 2014

Historias que me contaron en Yale

 Sabían ustedes que la exclusiva  Universidad de Yale, esa que queda en New Heaven, famosísima por su Facultad de Derecho a la que apenas el 6% de los solicitantes que se presentan son aceptados, sí esa misma Universidad de la que usted tanto ha escuchado estuvo a un pelo de llamarse Dumb University, algó así como la universidad de los tontos. Todo empezó allá a inicios de 1700, cuando los clérigos coloniales se cansaron de sentir nostalgia de las aulas europeas y decidieron fundar una universidad en el nuevo mundo, que obvio funcione con los lineamientos de la educación del viejo continente.

Tan decididos estaban que al poco tiempo la fundaron en New Heaven y enseguida se dieron a la tarea de adecuar la universidad, pero el dinero escaseaba y no tenían como mejorar las instalaciones del centro universitario.

De a poco empezaron a llegar los benefactores y con ellos el dinero que tanto se necesitaba. Una de las donaciones más cuantiosas fue la que hizo Mr. Dumb, la tradición de la época obligaba a los clérigos que la universidad llevara el nombre del benefactor que más hubiera contribuido$$$$. No habría habido ningún problema si no hubiera sido por el apellido de Mr. Dumb, que en español significa tonto, así que los clérigos no se resignaban a que su tan soñado centro universitario terminara como Dumb University (qué horror!) y en esas se hallaban cuando en 1718, el mercader galés Elihu Yale llegó a la escuela a donar lo que había recaudado de una venta de nueve fardos de mercadería, les entregó 417 libros para la biblioteca y además un retrato del rey Jorge I.

Los clérigos decidieron que esta donación no tenía precio, que era invaluable y que era la mayor donación que ellos habían recibido y... que a partir de ese instante, el centro se llamaría Yale College. Con mucha pena inmediatamente tuvieron que comunicarle esta decisión a Mr. Dumb no sin antes agradecerle infinitamente por toda la ayuda que les había dado.
Y ahí en pleno centro del Campus de Yale, Nathan Hale, según cuenta la leyenda, el primer espía norteamericano.

Y sabían ustedes que el primer espía norteamericano fue un alumno egresado de Yale, ¿no? ¿Y que su carrera de espía duró menos de una semana?. Así sucedió: Nathan Hale tenía 13 años cuando su padre lo envío a Yale a estudiar. Nathan no sólo resultó un excelente alumno, sino que como se graduó con honores inmediatamente consiguió trabajo de profesor en prestigiosos centros educativos. En esas andaba cuando se desató la guerra de independencia en 1775 y Nathan se ofreció como voluntario.  Ya en el año 1776 era capitán y dirigía un grupo de hombres cuyo objetivo era defender New York. Iniciaba septiembre del mismo año y no se sabe bien si fue el mismo Nathan o sus jefes los que le pidieron que los ayudara y se infiltrara en las líneas enemigas para poder saber que mismo estaban planeando las tropas británicas.
Apenas llevaba una semana en esto del espionaje cuando las tropas enemigas lo agarraron al pobre,  en esa época el espionaje se castigaba con la horca. Así fue como en una semana más es decir el 22 de septiembre  nuestro aprendiz de espía fue ajusticiado. Dicen que su verdugo le permitió despedirse y la historia nos cuenta que las últimas palabras de Nathan fueron: "Solo lamento tener una única vida que perder por mi país".

Pero en el campus de Yale, dicen que esas no fueron las últimas palabras de Nathan, porque él amaba tanto a su universidad que lo último que se le escuchó decir fue "Por Dios, por la Patria y por Yale". Tenía 21 años cuando murió en la horca. Y la universidad que él tanto quería lo honra con una estatua de él (con pies y manos atadas, listo para subir a la horca) ubicada en pleno centro del campus!.
Cornelius Vanderbilt y su conflictivo pedido al construir un edificio de  dormitorios en Yale.

La última historia tiene protagonistas un poco aristocráticos, de alto abolengo en el norte. Cornelius Vanderbilt II, heredero de la fortuna de Comodoro Vanderbilt, tenía un hijo llamado William Henry "Bill" Vanderbilt, que estudiaba en la universidad de Yale, pero que no alcanzó a terminar la carrera porque falleció de tifoidea.

Tanto fue el dolor por la pérdida de su hijo que Cornelius decidió donar la construcción completa de un edificio en la Universidad para que fuera utilizada como dormitorios por los estudiantes. Sólo exigió como condición para la donación que el edificio que se construiría llevara el nombre de Bill y que uno de los dormitorios que sería tipo suite sólo podría ser utilizado por un Vanderbilt. Este dormitorio se ha convertido en un mito de la universidad, por su chimena, sus lámparas de araña, mesones de mármol rojo y un excitante jacuzzi.

Los años pasaron y ningún miembro de esta familia del jet set se interesó por Yale. El edificio se seguía llamando Vanderbilt y ha partir del año 1960 que la universidad aceptó mujeres, este edificio pasó a ser utilizado exclusivamente como dormitorios para las mujeres.

Y aquí viene la historia que le cuentan a  todos los novatos, que sí hubo un Vanderbilt que llegó a estudiar a Yale y que reclamó su derecho a la suite.

El Comité de la Universidad le dijo que eso había pasado hacía tanto tiempo que ya nadie se acordaba y que se quede a vivir en los dormitorios de los hombres. Pero este Vanderbilt demandó a la universidad y qué creen, ganó la demanda. Y el día que el juez dio su veredicto, los amigos del afortunado lo cargaron en hombros y recorrieron con él a cuestas todo el campus hasta llegar al Vanderbilt Hall. Nada que hasta que se graduó fue el estudiante más afortunado de Yale, rodeado siempre de mujeres.

Y bueno estas historias, tal cual ustedes las han leído, me las contó Angie Hanava, una peruana de 21 años que estudia el tercer año de Ciencias Ambientales mientras recorríamos el campus de Yale University.  Si lo sé, cuesta diferenciar la realidad del mito. Pero ahí nos queda de tarea.

Texto: Yazmín Bustán
Fotos: Margarita Bajaña





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