martes, 13 de noviembre de 2012

ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS

es el cuento que Lewis Carroll, el autor, le dedicó
al amor de su vida... una niña de 12 años
Se acuerdan de Alicia en el País de las Maravillas, ese cuento fantástico, repleto de magia, fantasías y juegos que leímos cuando éramos niños?. Una historia en la que todo era posible.  Alicia se internaba en una madriguera en la que se escapaba a la magia, a los absurdos y a los delirios que dominan la imaginación. Aseguran muchos que esta historia es una metáfora del mundo en el que vivió el autor de esta historia: Lewis Carroll.
Lewis dió vida a un conejo que apurado por llegar siempre a algún lugar  no llegaba a ninguno,  a una Reina de Corazones que vivía estresada y que en su grado máximo de intolerancia no se le ocurría nada mejor que ordenar "¡¡cortadle la cabeza!!", a un sumiso Rey de Corazones, a una preguntona oruga mariposa que cambiaba de colores, a unos gemelos que llevaban collares con sus nombres escritos, a un sombrerero loco y a más personajes reunidos alrededor de una ingenua e inocente pequeña llamada Alicia.
Ahora les quiero contar quien era Lewis Carroll , ese era el seudónimo con el que firmaba sus obras Charles Lutwidge Dodgson, y su vida no fue ninguna maravilla como lo fue su obra. Nació en 1832, en el Reino Unido, en una familia numerosa de once hermanos, sorprendió a todos con su precocidad intelectual, autodidacta y apasionado de la lectura. Todo auguraba que el joven Charles tendría un futuro prometedor. Pero a medida que Charles crecía, su introversión e incontrolable timidez le fue ganando la batalla, no tenía amigos y las conversaciones en grupo le provocaban ataques de ansiedad, muchas eran las veces en que tartamudeaba cuando tenía que socializar con alguien. Sólo se sentía bien en la compañía de los más pequeños.


Tenía 25 años cuando gracias a su reconocida genialidad en las matemáticas  le dieron un puesto de profesor en una respetada comunidad como la Christ Church. Pero este trabajo nunca le dio satisfacciones, así se lo confesó a uno de los pocos amigos que tenía. Su creatividad y sensibilidad, no encontraba salida en una época victoriana donde todo lo que se salía de lo común era escandalosamente censurable.
A Charles más que dar clases, le gustaba escribir, dibujar pintar, fotografiar y todo lo hacía muy bien. Así que muy pronto se empezó a correr la voz que Charles era un excelente fotógrafo y empezaron a llegar las familias, los padres y con los padres, los niños. Claro que él mostraba predilección por las niñas, así lo escribió en una misiva "adoro a los niños con excepción de los niños varones. Su raza no me es en absoluto atractiva." Más de un padre se preocupó cuando se hizo público este comentario, pero Charles se ganaba la confianza con su seriedad, muy propia de un profesor de matemáticas de la época.

Dicen que siempre pedía autorización a los padres para tomarle fotos a las niñas. Algunas eran hijas de sus amigos, otras eran hijas de sus vecinos, algunas eran sus alumnas y otras eran niñas pobres que recogía en las calles y que llevaba a su estudio. Para fotografiarlas a unas las vestía elegantes, a otras las disfrazaba y a otras las fotografiaba totalmente desnudas. Le apasionaba su trabajo como fotógrafo y mandó a construir  un cuarto especial, que le servía tanto como cuarto de juegos como de estudio fotográfico. "Me gusta primero contarles historias, jugar con ellas y luego fotografiarlas". La edad de sus modelos era de 4 a 12 años, no más "es la edad ideal de la inocencia y de la pureza de su espíritu".
Claro que la pureza del espíritu de estas niñas que Charles lograba captar en sus fotografías,  la mayoría de las veces era sensual.

Descubrió muy pronto que a sus pequeñas modelos les encantaba jugar y más que jugar, escuchar historias fantásticas. Así que todas las noches escribía, cuentos locos y disparatados, creados exclusivamente para todas sus pequeñas. Aunque tenía su preferida y esa era Alice Lidell.
Charles tenía 24 años y Alice 3, se conocieron cuando la familia Lidell se mudó al mismo vecindario donde él vivía. Rápidamente se las ingenió para visitar a sus nuevos vecinos y presentarse. El profesor de matemáticas parecía inofensivo, y los padres de Alice lo recibieron tranquilamente. Con mucha paciencia, logró que lo incluyeran en todos los paseos familiares, a la campiña, al río, a las compras. Para congraciarse con Alice, hacía lo que mejor sabía hacer, contar historias. Una de estas historias era la de una niña que aburrida de sus hermanas se metía en una madriguera. "Cuéntame más....." pedía la pequeña Alice, mañana respondía él. Y cada día le contaba sólo un poco de las aventuras de este personaje. Tanto le gustaba a Alice escuchar sobre esta niña y sus enredos en la madriguera, que un buen día Charles le prometió que terminaría la historia y se la  regalaría. Así fue como para unas navidades de 1862, llegó con un manuscrito llamado "Alicia en el país de las maravillas" y para que no quede ninguna duda de que estaba dedicado para la más pequeña de la familia Lidell,  dibujó en la carátula del manuscrito el rostro de Alice.
A los padres de Alice les pareció excesiva la atención que Charles le prodigaba a su pequeña hija. Pero decidieron guardarse sus sospechas y aceptar el regalo. Mientras tanto las visitas de las niñas al estudio de fotografía  continuaban, claro que algunas veces Charles tenía que fotografiar a toda la familia para poder quedarse con las pequeñas. Todas lucían hermosas en las fotografías. Arte y pureza decía Charles a todos los padres de las niñas cuando les entregaba los originales de las fotos. Uno que otro se inquietaba al ver a sus retoños en tan sugestivas poses. “Me gustaría ser capaz de prescindir de la ropa. Los niños desnudos son absolutamente puros y deliciosos; pero la señora Grundy se pondría furiosa (…), nunca funcionaría”, le escribió Charles a un amigo.
No fue hasta que Alice cumplió 10 años, que empezaron los problemas para el profesor de matemáticas, un buen día se decidió  a visitar a la familia Lidell, con su formalidad y seriedad característica, aunque un poco nervioso. Les explicó a los señores Lidell que quería pedir la mano de Alice en matrimonio.
Algunos historiadores dicen que los padres de Alice no lo dejaron terminar la pedida de mano y que lo echaron a patadas de la casa y que nunca más volvieron a recibirlo.
Considerando la época, el escándalo se hizo público y tiempo después Charles tuvo que cerrar su estudio fotográfico. Aunque las niñas dejaron de ir a tomarse las fotos, muchas de ellas le siguieron escribiendo y enviando cartas, entre las que lo extrañaban estaba Enid Stevens que escribió: “Nos pasábamos horas enteras sentados –Charles y yo– en un sillón enorme, jugando con las palabras… Me negaron días de una relación más estrecha con alguien que, pese a tener una mente fantasiosa, era una persona virtuosa; y me lo negaron porque él era un hombre y yo una niña..."

En el año 1865 se publica el libro "Alicia en el País de las Maravillas" y aunque todos aseguraban que Alicia era Alice Lidell, Charles decidió negar la relación. Ya tenía muchos problemas. La moral victoriana de la época lo privaba del placer de fotografiar a sus pequeñas, así que se dedicó a dar clases, a escribir y a dibujar niñas.... desnudas.
Pasaron muchos años para que Charles vuelva a ver a Alice Lidell,  fue en 1891, Alice ya no era más su pequeña, se había casado y tenía hijos. Ese día escribió en su diario "Siempre tengo en el corazón la imagen de Alice, mi primera amiga niña,  mi ideal durante tantos años. Han pasado muchos años y he tenido decenas de amigas niñas, pero con ellas todo ha sido diferente, Alice fue especial".
Charles murió en 1898, iba  a cumplir 66 años. En su diario personal, el cual escribía rigurosamente todos los días faltaban algunas páginas, entre ellas, la del día en que fue a pedir la mano de Alice. En su habitación encontraron un sobre que decía "para quemar sin abrir"... eran las fotografías de sus pequeñas musas desnudas.

 
Al final, la historia prefiere recordar a Charles Lutwide Dodgson como Lewis Carroll, genio,  matemático, escritor y el mejor fotógrafo retratista de niños del siglo XIX, su sexualidad queda guardada en una madriguera junto a los personajes que en su delirio creó para complacer a una niña llamada Alice Lidell.
Por: Yazmín Bustán

1 comentario:

Unknown dijo...

la voz de las que no lqa tiene