Son las diez de la mañana. Todos los televisores encendidos y las miradas de los que no pueden ir hasta la playa están pegadas a las pantallas. Como en cualquier megaevento, las calles se ven llenas de comerciantes ambulantes, policías, militares, barreras de seguridad y cientos de personas caminando todas en una misma dirección. Cualquier extranjero pensaría que los mismos Rolling Stones van a dar un concierto en la playa. Pero no, no hay tal artista, el escenario está preparado para recibir a Rafael Correa, el Presidente.
He tenido la suerte de pasar por varios países y nunca vi una relación así entre el pueblo y el primer mandatario. Insisto en la idea: la reacción de la gente al entrar Rafael Correa en escena es como si hubiese entrado uno de los más importantes artistas del momento: aplausos, gritos, banderas tricolores agitándose y camisetas de la Revolución Ciudadana por doquier. Evidentemente el hombre sabe hacerse querer.
Comienza la sabatina: el gran programa de televisión en vivo donde el Presidente le rinde cuentas al país de lo realizado día a día. Su conductor carismático, gracioso y con carácter, hace que el público lo siga a todas partes. El equipo de producción también hace su parte: entrega la información de manera entretenida, utilizando gráficas, entrevistas, diferentes secciones del programa como “la cantinflada de la semana” o “la caretucada de la semana” donde hablan de la oposición; invitados especiales, el Mashi Maldonado con su traducción al quechua, una voz en off que habla y bromea con el conductor… todo esto hace que uno pueda estar más de 3 horas atento y entretenido, escuchando información, que de otra manera, sería extremadamente aburrida.
El cálido saludo del Presidente es recibido con emoción por el público. Hay poco tiempo y mucho que comunicar. Correa celebra el triunfo de Emelec, habla de priorizar la producción nacional frente a la extranjera, de la importancia de la veracidad de los medios, del puente del 30 de diciembre, de las escuelas milenio y de las obras públicas. Hace una pausa para piropear a una hermosa esmeraldeña que la cámara capturó. Ella le responde muy coqueta a la cámara. El presidente sigue hablando, critica al Ministerio de Salud por una propuesta que no le pareció, responde en quechua a un cartel de protesta de comunidades indígenas que quieren mantener sus escuelas comunitarias. Una nueva pausa para halagar a otra bella chica que enfocan las cámaras. Unas mujeres del fondo gritan que por allá son todas guapas, que también las cámaras las muestren a ellas. Sigue el programa, el ritmo es acelerado. Correa se detiene en un tema que parece haberle tocado fibra: se reunió con familias de personas desaparecidas. Declara tener vergüenza que en su gobierno pasen estas cosas y pide disculpas a los que están sufriendo por tener unos fiscales negligentes que cierran los casos sin tener la más mínima sensibilidad hacia una familia que está sufriendo por no saber qué pasó con uno de sus integrantes. También acusa a la policía de estar pidiendo dinero para los gastos a quienes están solicitando las investigaciones. El público está en respetuoso silencio. El presidente anuncia las medidas que se van a tomar al respecto y la gente aplaude con ganas. Cada logro, cada avance, cada nueva medida es aplaudida con alegría por el público.
A ratos aparecen carteles entre la gente, demandando agua potable, ayuda para inmigrantes, fondos para los trabajadores del fútbol (técnicos y jugadores) y conflictos de tierras. Quieren aprovechar. ¡Tienen al presidente ahí mismo para que los escuche! ¡Los vea! Los veedores y los encargados de seguridad piden que bajen los carteles. No se puede protestar ni demandar nada mientras dura la sabatina. Cualquier solicitud debe ser por escrito y entregada en un sobre.
Ya casi es la una de la tarde. Toca hablar del “villano favorito”: el alcalde de Guayaquil. El presidente se burla, lo imita y dice que miente. La gente se ríe con ganas. Ponen un video con Nebot haciendo declaraciones que se pueden interpretar como homofóbicas (así es fácil agarrarle fastidio), y un tratamiento parecido tienen Paco Moncayo, Alfredo Pinoargote y Diego Oquendo.
Finalmente el Mashi Maldonado con su característica humildad y buen humor, mientras hace su resumen de la sabatina en quechua, bromea con el presidente y trata de informar en el menor tiempo posible la mayor cantidad de cosas. Al público de Atacames parece causarle gracia tanto quechua ininteligible para ellos.
Termina la sabatina. Los espectadores vitorean al presidente, vitorean al alcalde y se retiran lenta y tranquilamente; se ven contentos. Todos comentan las buenas noticias y no hay otro tema de conversación. Sobrevuela el helicóptero por la ciudad y como cada día, las familias se sientan a almorzar. En la mesa de hoy… hay mucho que hablar.
Por: Bárbara Mejías
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