Se murió John Merino, se murió porque poseía esa extraña virtud del deber cumplido, se murió porque era uno de esos días en que mueren los valientes, cuando culminan los tiempos legendarios y empieza el cambio de piel, la metamorfosis de la historia de un pais, de su país, se murió con la llegada del Bicentenario y con la partida de la Patria Nueva, se comenzó a morir en su puesto de trabajo, en medio de la alegría y el triunfo, se murió por estar presente, hasta caer rendido, esperó de pié hasta que se le doblaron las rodillas, sus ojos se nublaron y la tierra reclamó su cuerpo... Se murió sabiendo que moría, que pudo evitarlo y no se atrevió porque estar allí era su naturaleza, donde el deber lo exigía, se murió de lealtad crónica que sufría desde siempre, se nos fué y nos dejó con la tarea de aprender la lección...