Las madres del patriarcado están en todos lados. Las hay de todas las razas, edades y clases sociales. Algunas madres del patriarcado viven arrejuntadas o casadas con el padre de sus críos.
Para las madres y los padres del patriarcado, la responsabilidad de los hijos se vive en la desigualdad.
Para ellos, la paternidad les ha tocado vivir con las comodidades y beneficios que el patriarcado les ha delegado. Ellos trabajan fuera de casa y ese trabajo, cualquiera que ese sea es merecedor por ley de una paga. Los padres como buenos machos proveedores llegan cansados de su trabajo y esto no les deja tiempo ni ánimo más que para un ligero intento de acercarse a los hijos. Para ellos las horas en el hogar son de descanso.
Para ellas en cambio, la maternidad se vive las 24 horas del día. Las madres del patriarcado se hacen responsables totales de la crianza y de los fracasos de sus vástagos. Porque ya sabemos que los éxitos de sus hijos e hijas no serán nunca méritos solo de ellas y que los hijos e hijas que ellas criaron serán conocidos por el mundo, siempre primero por el apellido paterno. Ellas a las que el sistema les impuso la responsabilidad total de la crianza, pasan a un segundo lugar a la hora del reconocimiento de los hijos.
El trabajo que las madres del patriarcado realizan como administradoras de un hogar y cuidadoras de los hijos e hijas no es un trabajo. La ropa limpia, la comida caliente, la casa ordenada, los hijos en la escuela, las tareas listas, la crianza, eso no es un trabajo, es SU responsabilidad. Es SU obligación. Una obligación que no les permite tener derecho a vacaciones ni mucho menos a enfermarse. Una obligación que no les deja tiempo para ellas, porque las madres del patriarcado deben vivir para sus hijos e hijas. Y sentirse orgullosas e importantes de vivir para otros.
Y así es como de pronto y sin darse cuenta, tal cual le pasa a las plantas cuando no reciben luz, estas mujeres y sus sueños, esos sueños que algún día pensaron para ellas, se van secando bajo el peso de la maternidad que el sistema les impuso.
Obligadas a renunciar a su identidad, sometidas al tutelaje del estado, evaluadas como malas o buenas madres según su capacidad de "entrega y sacrificio". Son conminadas a ser más madres y menos mujeres, porque solo así lograrán ser respetadas por el sistema.
Este sistema patriarcal que considera a todas las mujeres reproductoras, se encarga de censurar, y castigar socialmente a aquellas que deciden no cumplir con su rol materno.
Este sistema patriarcal se erige cual monstruo enfadado para reclamarle a estas rebeldes impías dónde está su "instinto maternal". Y a exigirles cumplan el juramento de "amaré y cuidaré a mis hijos hasta el final de mis días". Porque para este sistema ser mujer es igual a ser madre.
Es este mismo sistema perverso que no se conduele de las niñas madres. Niñas que han sido cruelmente violentadas por sus padres, hermanos, tíos, primos, padrinos, vecinos, profesores. Niñas víctimas del sistema patriarcal que convierten a las mujeres en objeto, que encubre y justifica impunemente a los delincuentes violadores.
Y estas niñas se convierten en madres cuando aún sus cuerpos y sus sueños no han terminado de crecer, son obligadas a despertar a la pesadilla de una maternidad impuesta por leyes patriarcales que la revictimizan una y otra vez obligándola por ley a vivir en su cuerpo con un hijo que no deseó ni pidió.
El sistema enseña a las mujeres a "desear" ser madres. Y algunas constituciones la obligan.
Y una vez que son madres, el sistema patriarcal las obliga a perpetuar en la crianza la dependencia de las hijas y la dominación en los hijos. Las madres del patriarcado de víctimas se convierten en cómplices inconscientes.
Renuncian a su identidad, a sus sueños y se convierten en transmisoras y defensoras del sistema patriarcal, un sistema criminal que lleva miles de años negándole los derechos a la mujer.
Ya va siendo hora que la humanidad se ordene. Ya va siendo hora que el estado y la religión entiendan que las mujeres al igual que los hombres también nacemos libres.
De a poco van saliendo las rebeldes que exigen que la maternidad no sea una imposición sino una decisión de las mujeres. Van saliendo las mujeres a defender el derecho a vivir su sexualidad sin condicionamientos ni imposiciones.
Y gracias a estas mujeres, algún día el mundo respetará el derecho de todas a vivir nuestra sexualidad por el puro goce del placer.
Y algún día todas las mujeres lograremos recuperar el control y el dominio de nuestros cuerpos.
Y algún día, mas pronto que tarde, las mujeres seremos libres de vivir una maternidad deseada y planificada. Y a partir de ahí el mundo será más justo para todas y todos.
Por: Yazmín Bustán
Para las madres y los padres del patriarcado, la responsabilidad de los hijos se vive en la desigualdad.
Para ellos, la paternidad les ha tocado vivir con las comodidades y beneficios que el patriarcado les ha delegado. Ellos trabajan fuera de casa y ese trabajo, cualquiera que ese sea es merecedor por ley de una paga. Los padres como buenos machos proveedores llegan cansados de su trabajo y esto no les deja tiempo ni ánimo más que para un ligero intento de acercarse a los hijos. Para ellos las horas en el hogar son de descanso.
Para ellas en cambio, la maternidad se vive las 24 horas del día. Las madres del patriarcado se hacen responsables totales de la crianza y de los fracasos de sus vástagos. Porque ya sabemos que los éxitos de sus hijos e hijas no serán nunca méritos solo de ellas y que los hijos e hijas que ellas criaron serán conocidos por el mundo, siempre primero por el apellido paterno. Ellas a las que el sistema les impuso la responsabilidad total de la crianza, pasan a un segundo lugar a la hora del reconocimiento de los hijos.
El trabajo que las madres del patriarcado realizan como administradoras de un hogar y cuidadoras de los hijos e hijas no es un trabajo. La ropa limpia, la comida caliente, la casa ordenada, los hijos en la escuela, las tareas listas, la crianza, eso no es un trabajo, es SU responsabilidad. Es SU obligación. Una obligación que no les permite tener derecho a vacaciones ni mucho menos a enfermarse. Una obligación que no les deja tiempo para ellas, porque las madres del patriarcado deben vivir para sus hijos e hijas. Y sentirse orgullosas e importantes de vivir para otros.
Y así es como de pronto y sin darse cuenta, tal cual le pasa a las plantas cuando no reciben luz, estas mujeres y sus sueños, esos sueños que algún día pensaron para ellas, se van secando bajo el peso de la maternidad que el sistema les impuso.
Obligadas a renunciar a su identidad, sometidas al tutelaje del estado, evaluadas como malas o buenas madres según su capacidad de "entrega y sacrificio". Son conminadas a ser más madres y menos mujeres, porque solo así lograrán ser respetadas por el sistema.
Este sistema patriarcal que considera a todas las mujeres reproductoras, se encarga de censurar, y castigar socialmente a aquellas que deciden no cumplir con su rol materno.
Este sistema patriarcal se erige cual monstruo enfadado para reclamarle a estas rebeldes impías dónde está su "instinto maternal". Y a exigirles cumplan el juramento de "amaré y cuidaré a mis hijos hasta el final de mis días". Porque para este sistema ser mujer es igual a ser madre.
Es este mismo sistema perverso que no se conduele de las niñas madres. Niñas que han sido cruelmente violentadas por sus padres, hermanos, tíos, primos, padrinos, vecinos, profesores. Niñas víctimas del sistema patriarcal que convierten a las mujeres en objeto, que encubre y justifica impunemente a los delincuentes violadores.
Y estas niñas se convierten en madres cuando aún sus cuerpos y sus sueños no han terminado de crecer, son obligadas a despertar a la pesadilla de una maternidad impuesta por leyes patriarcales que la revictimizan una y otra vez obligándola por ley a vivir en su cuerpo con un hijo que no deseó ni pidió.
El sistema enseña a las mujeres a "desear" ser madres. Y algunas constituciones la obligan.
Y una vez que son madres, el sistema patriarcal las obliga a perpetuar en la crianza la dependencia de las hijas y la dominación en los hijos. Las madres del patriarcado de víctimas se convierten en cómplices inconscientes.
Renuncian a su identidad, a sus sueños y se convierten en transmisoras y defensoras del sistema patriarcal, un sistema criminal que lleva miles de años negándole los derechos a la mujer.
Ya va siendo hora que la humanidad se ordene. Ya va siendo hora que el estado y la religión entiendan que las mujeres al igual que los hombres también nacemos libres.
De a poco van saliendo las rebeldes que exigen que la maternidad no sea una imposición sino una decisión de las mujeres. Van saliendo las mujeres a defender el derecho a vivir su sexualidad sin condicionamientos ni imposiciones.
Y gracias a estas mujeres, algún día el mundo respetará el derecho de todas a vivir nuestra sexualidad por el puro goce del placer.
Y algún día todas las mujeres lograremos recuperar el control y el dominio de nuestros cuerpos.
Y algún día, mas pronto que tarde, las mujeres seremos libres de vivir una maternidad deseada y planificada. Y a partir de ahí el mundo será más justo para todas y todos.
Por: Yazmín Bustán