jueves, 31 de mayo de 2012

SOMOS O NO SOMOS REVOLUCIONARIOS?

Pienso en todos esos padres que abandonan a sus hijos y a los cuales nadie les dice nada, esos padres que se desentienden de sus crías y que nadie los acusa, nadie los recrimina. Padres biológicos que apenas se enteran de un embarazo pegan la carrera como alma que se lleva el diablo y como sociedad nos hacemos los desentendidos. Los vemos ignorar olímpicamente su paternidad y nos quedamos como simples espectadores. Permisivos, apáticos, indiferentes. Qué nos importa. Total a la madre le tocará arreglárselas cuando nazca la criatura.
Lo que sucede ahora con Satya, una bebé de apenas cinco meses de nacida, es una clara muestra de la hipocresía, de la doble moral que a leguas huele a podredumbre y una discriminación que más parece una cacería de brujas y que aún no podemos erradicar.
Satya es hija biológica de Nicola Rothon, quien tiene una unión de hecho (así lo llaman los entendidos en leyes, pero en cristiano esto significa que viven juntas como pareja) con Helen Bickel, desde hace 14 años,  
La historia comienza cuando llegaron a nuestro país hace cinco años,  con intenciones de quedarse, de tener un hogar, de ser felices. Un día planificaron tener hijos y Nicola le pidió a un amigo que le donara semen, se embarazó y al poco tiempo llegó Satya, una hermosa bebé de grandes ojos azules. Decidieron inscribirla en el Registro Civil a los 19 días de nacida. Fueron a las oficinas del Registro Civil, a cambiar su estado civil de solteras por el de unión libre y a inscribir a Satya con el apellido de ambas.
Cuando oh sorpresa, los super pilas del Registro Civil se encontraron con que el sistema de ingreso de datos no contemplaba para nada la unión de hecho de estas inglesas y mucho menos la posibilidad de inscripción de un bebé con dos madres.
Y a partir de ahí el deseo de Nicola, Helen y Satya de constituirse legalmente en familia legal porque de hecho lo son y mucho mas honorables que la mayoría de las "legales", ha sido un ir y venir por juzgados, defensorías, registros y audiencias. Los del Registro Civil les dijeron que no se hagan problema y que Nicola inscriba a Satya como madre soltera. Que la bebé no puede tener dos madres, válgame Dios, una bebé tiene padre y madre, pero nunca dos madres. Y eso que esto sería lo mejor para la bebé.
Funcionarios de pacotilla, abogados mediocres de medio pelo que no miran más allá de sus propias narices, que no entienden ni así se les explique con dibujitos que la Constitución ecuatoriana permite a parejas del mismo sexo conformar uniones de hecho y establece que estas uniones generarán los mismos derechos y obligaciones que tienen las familias constituidas mediante matrimonio.
Pero ellos mojigatos de conventillo, que se rasgan el pecho y pegan el grito al cielo, por defender el bienestar de Satya, ellos los mismos que son indolentes frente a tanto niño abandonado y a tanto padre irresponsable. Ellos lo que quieren justificar su intolerancia al amor de estas dos mujeres, esconden su odio discriminatorio, su homofobia tras leguleyadas, resquicios podridos que les sirven para llenar sus faltriqueras.
 Y lo que es peor, estos retrógrados, encuentran apoyo en autoridades que les da culillo solo de pensar que tendrán que enfrentarse a los curas que aún mandan en estos lares si es que aceptaran inscribir a Satya con sus dos madres.
La intolerancia, la discriminación, el odio, la homofobia van ganando, el 21 de mayo un juez ecuatoriano resolvió contra ellas en su proceso para inscribir a Satya como hija de Nicola Rothon y Helen Bickel.
Y yo me pregunto y la Constitución?, la Carta Magna?, la Madre de todas leyes?, la que nos defenderá y velará porque nuestros derechos sean respetados, independientemente de cuál sea nuestra orientación sexual, dónde queda, dónde se la meten estos pseudo paladines de la justicia. Dónde queda el futuro de una niña amada por sus dos madres, dónde quedan sus derechos como ciudadana en un estado que dice ser laico y que en la práctica sigue manejado alegremente por lo que dicta una iglesia retrógrada y corrupta. 
Por: Yazmín Bustán

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