Ese estado en nuestras mentes, tan confortable, predecible y calmado, ese estado al que los especialistas de la salud mental llaman "razón o buen juicio", es quizás el espacio más anhelado y a la vez más esquivo en un ser humano. Lo ha sido siempre en la historia del hombre. Ya en el siglo XVIII llamaban locos, orates, dementes a todos los que no se ajustaban a las normas establecidas por la sociedad. Condenados al rechazo, al escarnio público, la mayoría de estos "locos" eran abandonados por sus familiares. Abandonados y condenados a vivir su "locura" en soledad, sin nadie quien los protegiera. A deambular por las calles sin importar su indefensión y a ser el motivo de burla o lástima de los vecinos de la época.
Guayaquil en el año 1881 era una ciudad pequeña, pero ya con problemas y necesidades. Uno de estos problemas era justamente los enfermos mentales que habían sido abandonados a su suerte y que como único refugio tenían las calles de la ciudad. Semidesnudos, descalzos, hambrientos y casi siempre enfermos, así recorrÍan a lo largo y ancho el Guayaquil del estero. La desorientación, angustias, miedos y ansiedades los desorientaban y los habían apartado de sus familias, las calles eran su hogar y así estaban cuando las Hermanitas de la Caridad decidieron que ellos necesitaban ser cuidados. Pero las Hermanitas de la Caridad se dieron cuenta que a pesar de las muchas ganas que tenían de ayudar a estos enfermos, no tenían cómo, porque no tenían dinero. Así que se les ocurrió ir donde el Dr. José Vélez Villamar, un dauleño, que aparte de ser comerciante y buen hombre, también fue Alcalde de nuestra ciudad, Gobernador del Guayas, Ministro de Hacienda, entre otros cargos.
El Dr. José Vélez decidió construir con sus propios recursos una residencia en el centro de la ciudad y entregárselas a las monjas para que ellas tuvieran un lugar donde poder cuidar a estos desamparados. Ellas en muestra de agradecimiento eterno al buen doctor le pusieron su nombre a la residencia y así fue como nació en el 1881 el "Manicomio Vélez", 30 fueron sus primeros pacientes. Los años pasaron, Guayaquil crecía y los internos aumentaban, pronto el lugar ya no daba abasto.
Llegó el año 1888 y la élite guayaquileña se dio cuenta que era tiempo de empezar a organizarse y decidieron crear la Junta de Beneficencia para administrar el cementerio, el Hospital Luis Vernaza (que en esa época se llamaba hospital General) y el Manicomio Vélez, aprovecharon la donación de terrenos que quedaban en la hacienda La Atarazana y hacia allá decidieron llevar las tres instituciones. El terreno ya lo tenían ahora faltaba conseguir el dinero para las construcciones y la Junta de Beneficencia lo consiguió gracias a una donación del Dr. Lorenzo Ponce y de un préstamo del Banco del Ecuador autorizado por el gobierno de Don Eloy Alfaro Delgado.
En el cambio de domicilio, el Manicomio Vélez cambió de nombre a Manicomio Lorenzo Ponce. Y del buen doctor José Vélez Villamar sólo nos queda el recuerdo de una calle con su nombre en el centro de Guayaquil y de una concurrida avenida en su natal Daule.
La construcción del nuevo Manicomio con nuevo nombre estuvo lista en el año 1910. Y el día en que se abrieron sus puertas fueron trasladados en total 132 pacientes. Y es que una vez que la gente se enteró que las Hermanitas cuidaban a estos desamparados, empezaron a dejar abandonados a sus enfermos en las puertas del manicomio.
Ya instalados en el nuevo edificio, el cuidado a los enfermos se empezó a profesionalizar. Enfermeras, médicos y finalmente especialistas. Y en el año 1954 y gracias a los avances de la medicina en salud mental se reestructuró la institución, el Manicomio pasó a llamarse Hospital Siquiátrico Lorenzo Ponce. Y así se hubiera quedado hasta nuestros días, si no fuera porque la costumbre muchas veces estigmatiza y eso había pasado con el nombre del hospital que había pasado a ser sinónimo de loco y orate. Quién en su "sano juicio" le pondría de nombre Lorenzo a sus hijos, definitivamente nadie. A los directivos del Hospital Siquiátrico no sólo les resultó más difícil enseñarle a la gente a desaprender, les resultó imposible, porque la gente se empeñó en creer que el Lorenzo Ponce seguía siendo un asilo para locos. El nombre también estigmatizaba a los pacientes del hospital, así que los directivos de la Junta de Beneficencia decidieron cambiar el nombre de la institución. El Hospital Siquiátrico Lorenzo Ponce se convirtió el 26 de mayo del 2011 en el Instituto de Neurociencias.
Desde las Hermanitas de la Caridad hasta el actual Instituto de Neurociencias han transcurrido 132 años. De los inicios sólo queda una sección en el nuevo instituto, la del Asilo, que para recordar a su patrono lo dejaron con el nombre Lorenzo Ponce. Es justo en este asilo donde se atiende en forma gratuita a más de 300 pacientes. La mayoría de ellos han sido abandonados por sus familias. Algunas veces las visitadoras sociales logran ubicar a los parientes y tratan de convencerlos que los enfermos para recuperarse necesitan reintegrarse a su entorno familiar. Pero no es mucho lo que consiguen quizás que algún pariente condolido, con cargo de conciencia que llega de visita una, dos veces y luego no más.
Desde el reclusorio y el asilo para dementes de 1881, es largo el camino recorrido en esto de la salud mental, como en todos los campos la ciencia obliga a ir revisando nuestras posiciones, porque después de todo, si lo pensamos bien, la cordura no será más bien la lucha por lograr una normalidad exigida por la sociedad de la época que nos toca vivir, después de todo la locura no será acaso el sufrimiento que deriva de no poder vivir dentro de esa "normalidad"?.
La respuesta la tienen los pacientes del Asilo Lorenzo Ponce en el Instituto de Neurociencias.
HOY EL INSTITUTO DE NEUROCIENCIAS :
Actualmente el Instituto de Neurociencia ofrece los servicios médicos de:
- Consulta Externa: Se atiende a pacientes ambulatorios que muestran desórdenes mentales tales como ansiedad, depresión, angustia, cuadro psicótico, esquizofrenia, trastorno bipolar, cefalea, conductas adictivas, insomnio, trastornos de personalidad, problemas de aprendizaje, crisis convulsivas; etc. También se realizan consultas psiquiátricas, psicológicas, pedagógicas, neurológicas, terapia de lenguaje, evaluación para discapacidades (CONADIS), terapia de pareja y familia, psicodiagnóstico.
- Unidad de Conductas Adictivas: Trata enfermedades como el alcoholismo, drogadicción. Trata patologías adictivas, puras o duales, como en el caso de que la adicción esté complicada con algún transtorno mental, de personalidad o del estado de ánimo)
- Centro Diurno de Rehabilitación es un servicio que ofrece el Instituto de Neurociencias en el cual proporciona un espacio terapéutico a las personas con dificultades neurológicas mentales y conductuales. La rehabilitación se la realiza en forma ambulatoria, a través de actividades integrales como lúdicas, recreativas, culturales, ocupacionales, cognitivas, pedagógicas, etc.
- Centro de Investigación Cerebral: es un moderno centro médico que se dedica a la evaluación y tratamiento de los trastornos convulsivos, demenciales, y trastornos de sueño; con equipos de última generación y profesionales especializados. Realizan también electroencefalografías digitales, y consultas neurológicas especializadas para niños, adolescentes y adultos.
- Asilo Lorenzo Ponce: forma parte de la labor benéfica que realiza la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Se brinda atención y albergue gratuito en las salas generales a más de 300 asilados con trastornos mentales.
Por: Yazmín Bustán
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