Con la desfachatez de quien no conoce la vergüenza ni el significado de unas cuantas palabras que tienen que ver con las más importantes condiciones que determinan la sanidad moral de una persona. Existen seres que son esclavos de una condición enfermiza en los seres humanos, que los libera de los límites que permiten expresarse con cierta certeza sobre las actuaciones de los demás, aún sin tomar en cuenta la más simple y primitiva regla que hasta los animales respetan.
Como si hubieran renunciado a su propia condición de ser aparentemente reconocido y respetado miembro del género, la forma y las actitudes de un semejante en la sociedad de los pensantes y deliberantes habitantes del planeta, ellos, se empeñan en comportarse como un animal que por un extraño acontecimiento posee el don del habla y lo utiliza sin tener la mas remota idea de que hablar requiere tener un cerebro que coordine la lengua con el conocimiento.
Su singular estilo de comunicarse se asemeja a la ilusión que tenemos de la facilidad con que los pericos repiten las palabras que les enseñamos y no se dan cuenta cuando repiten un insulto o una plegaria, sólo saben decir lo que aprendieron pero no tienen la menor idea de si se trata de un saludo o una grosería y mientras mas risas provoque, volverá a repetir hasta el cansancio, el insulto, la grosería o el saludo que aprendió. Por eso pienso que no vale la pena que atrapar y castigar al grosero y desperjuiciado autor de los improperios, mas bien deberíamos sentir lástima por él y repetir la bíblica frase que dice Jesús respecto a sus verdugos:
Perdónalos, porque no saben lo que hacen!!... Son pericos, o micos que imitan y repiten lo que les enseñan sus amos y reciben unas palmaditas en el lomo como pago a sus pachotadas.
Son los amos y señores que no se atreven a mostrarse como interesados o despojados en mantener en un estado a sus trabajadores, a sus consumidores y a sus sirvientes. Son ellos los mismos que sintieron pánico el día que se estrenó el film “El Planeta de los simios”, porque vieron que la cultura, el buen vivir y la participación convierte a los simios y pericos en sus enemigos como cuando la cultura y la participación llegan al pueblo. Por Simón Templar
Como si hubieran renunciado a su propia condición de ser aparentemente reconocido y respetado miembro del género, la forma y las actitudes de un semejante en la sociedad de los pensantes y deliberantes habitantes del planeta, ellos, se empeñan en comportarse como un animal que por un extraño acontecimiento posee el don del habla y lo utiliza sin tener la mas remota idea de que hablar requiere tener un cerebro que coordine la lengua con el conocimiento.
Su singular estilo de comunicarse se asemeja a la ilusión que tenemos de la facilidad con que los pericos repiten las palabras que les enseñamos y no se dan cuenta cuando repiten un insulto o una plegaria, sólo saben decir lo que aprendieron pero no tienen la menor idea de si se trata de un saludo o una grosería y mientras mas risas provoque, volverá a repetir hasta el cansancio, el insulto, la grosería o el saludo que aprendió. Por eso pienso que no vale la pena que atrapar y castigar al grosero y desperjuiciado autor de los improperios, mas bien deberíamos sentir lástima por él y repetir la bíblica frase que dice Jesús respecto a sus verdugos:
Perdónalos, porque no saben lo que hacen!!... Son pericos, o micos que imitan y repiten lo que les enseñan sus amos y reciben unas palmaditas en el lomo como pago a sus pachotadas.
Son los amos y señores que no se atreven a mostrarse como interesados o despojados en mantener en un estado a sus trabajadores, a sus consumidores y a sus sirvientes. Son ellos los mismos que sintieron pánico el día que se estrenó el film “El Planeta de los simios”, porque vieron que la cultura, el buen vivir y la participación convierte a los simios y pericos en sus enemigos como cuando la cultura y la participación llegan al pueblo. Por Simón Templar
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