domingo, 20 de octubre de 2013

LAGARTEROS: CUPIDOS CON FLECHAS MUSICALES

Son las diez de la noche y en el alumbrado portal de Almacenes Tía, en la calle Lorenzo de Garaicoa o Santa Elena, como usted prefiera llamarla, un grupo de hombres, de músicos vestidos de terno, empiezan su jornada diaria de trabajo.
Guayaquil, la ciudad del río y del estero, la de las estampas, la de nuestras nostalgias, resguarda en el tesón y  paciencia de estos músicos, una parte viva de tradición y cultura de este puerto que se nutre de olores y sabores al son del ritmo cadencioso de sus guitarras.

Por qué Lagarteros?
Cuentan los historiadores que los llaman "lagarteros" porque allá por el siglo pasado, los músicos esperaban a sus clientes en la playita del estero, y a alguien alguna vez se le ocurrió compararlos como "lagartos esperando a su presa". Y desde ahí, el cariño y la tradición de los porteños, los bautizó como los "lagarteros".
Aunque hay otros que dicen que el mote nació porque hace unas décadas atrás los músicos especialistas en serenos se reunían junto a las fuentes en forma de lagartos que habían en el Parque La Victoria. Y que cuando la gente necesitaba músicos, iba a buscarlos a la "Lagartera del parque", así fue dicen, como a ellos empezaron a llamarlos "lagarteros".
Y por último, no falta quien cuente que los "Lagarteros" nacieron con Julio Jaramillo, nuestro Rey del Pasillo, allá por los años 50, en la calle Esmeraldas, en el "Rincón de los Artistas"... pero de cualquier forma que haya sido el origen del nombre, ellos se ganan la vida "a su manera", nos dice don Alberto Castillo, músico de 67 años, que ya perdió la cuenta de cuántos años lleva cantando.
- Éramos más de 30 los que nos juntábamos en este portal, pero eso fue hace más de diez años atrás. Ahora somos apenas unos 10 o 12 quizás. Algunos llegan  temprano en la noche, como a las siete ya se están acomodando y esperando a los clientes. Yo llego a las nueve y me voy a las tres de la madrugada, es que el cuerpo con el tiempo no es el mismo y ya no aguanta tanto. Pero aquí hay algunos que se amanecen, que les agarra sentados la salida del sol".
Son ariscos con los periodistas, aseguran tener  buenas razones para desconfiar. Y aunque al principio estaban reacios a contarme sus historias, al poco rato el entusiasmo de sus recuerdos los fue ganando.
“Para el Día de la Madre tenemos harto trabajo, la verdad sea dicha, todavía hay hijos querendones y agradecidos con sus mamitas. Y gracias a ellos es que logramos ganarnos una platita para esa fecha. Ya tenemos tarifa establecida. Sesenta dólares la serenata, cuatro ó cinco canciones y el traslado... eso sí lo paga el cliente, de ida y venida. Claro, que para serle sincero, a veces damos descuentos, porque aquí lo importante es cantar, trabajar, para ganarse la vida pues”.
Con los años van quedando menos de estos músicos custodios de nuestras tradiciones.
“A esta acera llegué hace muchos años atrás, formaba parte de un trío y éramos bien conocidos y solicitados,  ahora estoy solo, mis dos compañeros fallecieron... Sigo viniendo todas las noches, porque esta es la única forma como se vivir. Cantando al amor, al desengaño, a la alegría, y a la esperanza de otros...” Me cuenta don Alberto y enseguida agrega:
“...claro que también la hemos pasado bien, con algunos sustos como el de aquella noche en que llegó un enamorado a contratar nuestros servicios. Y nos llevó hasta una casita en el norte, una vez ahí nos pagó por adelantado y nos recomendó que si veíamos algo raro, que no nos preocupemos que podíamos irnos nomas. Apenas empezamos a cantar, se encendieron las luces de la casa, y en lugar de aparecerse la enamorada, se apareció el esposo que en ese momento y gracias al sereno se enteraba que era cachudo... El hombre enfurecido, salió pistola en mano a disparar al aire y nosotros, gracias a que estábamos advertidos, pegamos la carrera”.
Don Darmilo Arízala, es otro “lagartero”, oriundo de Esmeraldas, aunque un poco más reservado también tiene sus anécdotas, más picantes eso sí...


“Como artistas que somos, nos debemos al público, a los clientes. Somos profesionales siempre, como aquella vez que llegó un señor muy refinado aquí a este portal, buscando músicos buenos, y los encontró. Ofreció buena paga pero eso sí insistió que tenían que ser profesionales. Le dijimos que todos los que estábamos aquí eramos profesionales, que no se preocupara. Y fue así como nos contrató a algunos y nos llevó a la fiesta en que estaban celebrando el cumpleaños de su pareja. Nos dijo en el camino que él era uno de esos amantes a la antigua y que esa noche con serenata incluida se le declararía al amor de su vida.

Cuando llegamos nos fijamos que sólo había hombres, pero como profesionales que somos empezamos a cantar para al poco rato darnos cuenta que la pareja de nuestro cliente era otro hombre!... Le cuento que nos pagaron bien ese trabajo, y la verdad es que uno le canta al amor en general, ya cada quien decide como se empareja, verdad...?
Y a los amigos si se adelantan para irse de este mundo, también se los despide con música, nos contratan para que vayamos a cantar a los cementerios... ahí la canción infaltable es "Cuando un amigo se va"... La gente se emociona y todos recuerdan sólo lo bueno del difunto...”

Estos músicos que una vez soñaron con la fama, hoy son tradición y cultura viva del Guayaquil que vibra en sus gargantas y en las cuerdas de sus guitarras, sortean las dificultades de mantenerse vivos a su manera. Hace años estaban agrupados y organizados, pero la falta de apoyo gubernamental los desanimó y aunque saben que actualmente la Ley de Comunicación favorece al artista ecuatoriano (las emisoras están obligadas a transmitir un 50% de su contenido de música nacional), también creen que la gente está perdiendo el cariño a sus raíces y que la tecnología está siendo su peor enemigo. Las canciones en pistas grabadas y hasta con playback, los potentes parlantes y algunas luces... se acaparan a los clientes porque mientras más bulliciosos y mas escándalo hagan son mas apetecidos.

“Aquí todos cantamos acompañados de los instrumentos clásicos del canto nuestro; guitarras, requintos y algún otro instrumento con sonido de percusión, sin pistas ni parlantes, a la antigua, como debe ser una declaración de amor que nace o que perdura. Nosotros somos artistas y de los buenos...”
Me aclara uno de ellos.
Ya es madrugada y podría seguir escuchando historias de estos hombres.... escuchando sus historias que van ligadas a su música... uno de ellos, Eduardo Egas, le saca notas a su guitarra... mientras don Alberto, galante caballero, canta:


..."Tu eres mi amor,
mi dicha y mi tesoro,
mi sólo encanto y mi ilusión,
ven a calmar mis males mujer,
no seas tan inconstante
no olvides al que sufre y llora
por tu pasión..."

... pícaramente sonríe y luego me explica: "El Aguacate”, la preferida de los enamorados.
Nos despedimos y ya notamos que el resentimiento con la prensa se apaciguó...
Me voy con ganas de quedarme con ellos a compartir su madrugada. Debo regresar a escribir mi nota. Y mientras la escribo, me pregunto a quién le corresponde "proteger" nuestras tradiciones. Y aunque los entendidos en cultura me expliquen que las tradiciones no se imponen, que cada quien decide. Que como sociedad  hasta nuestros gustos musicales tienen que evolucionar y que bla bla bla... creo que éstas son simples excusas para justificar que nunca se nos había ocurrido mirar a estos músicos como patrimonio vivo de nuestra identidad cultural.
No se ustedes estimados lectores, pero yo por mi parte, le apuesto a mis raíces, a mis orígenes, a los personajes que representan a mi ciudad. Apuesto a los "Lagarteros". Larga vida para ellos... se lo merecen!.

Por: Yazmín Bustán

PD: Y para aquellos que quieran contactarse con estos artistas,  pueden llamar a don Eduardo Egas al  al convencional 04-2967423 o al celular 0988534509









2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...
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