La nueva realidad de los adultos mayores: Se está haciendo una labor hermosa y conmovedora de manera que la siguiente generación de “ruquitos” va a ser integrada a labores profesionales, artesanales y sociales, El nuevo país no conocerá la desnutrición infantil, las enfermedades ni la explotación. El trabajo bien organizado y protegido es vida sana y felicidad!! Aquí las historias que se viven en un centro gerontológico del MIES
Y es que aquí se come rico... todo está bueno. Y ya saben chiquillos, luego del almuerzo nos vamos toditos para el salón, hoy quiero cantar y bailar... |
Al son de una guitarra se entonan las canciones que algún día en algún momento, fueron mensajes de amor, de pasión... de una felicidad que ahora parece confundirse con las telenovelas... |
Elías Barreiro (80), llegó al centro hace poco más de un año. Vivía en un espacio reducido que le habían dado en un taller mecánico para que pueda dormir. La misma gente del taller, le había pasado una tarrina, que le servía de plato las pocas veces que tenía algo para comer.
Empezó a dormir en las calles desde que su esposa lo botó de la casa que tenían en Durán. "Tengo familia, pero como si no tuviera" nos cuenta. "Hijos, también tengo, pero no puedo vivir con ellos porque uno vive con la suegra y el otro se quedó viviendo en la casa de mi esposa. Y como ella no quiere verme... mis hijos dicen que no pueden ayudarme..."
A ver María, no llore... sólo le estoy pidiendo un tiempo, unos días... máximo un mes y luego regresamos... lo que pasa es que estoy complicado... y no sé que... tengo que pensar. |
Elías llora mientras lamenta los errores cometidos... Dice que ya le ha pedido perdón un montón de veces pero que su esposa es rencorosa. Y que ni siquiera en navidad lo dejó entrar a la casa.
Se cansó de andar pidiendo perdón a la esposa y de ser rechazado cuando pedía ayuda a los hijos. Dice que se enamoró el mismo día en que María Huerta llegó a vivir al centro gerontológico. "Y es que yo apenas la ví, me dije, esa mujer tiene que ser mía" y mientras sonríe abraza a María. Ella, se deja abrazar, se deja querer.
María Huerta llegó hace cinco meses al centro gerontológico. Su sobrino, con el que estaba viviendo había tenido un accidente en el que murió su esposa y que lo dejó a él minusválido. "Ella siempre fue una buena tía, pero no puedo tenerla. Apenas solucione mis problemas regreso a verla".
Y así fue como María llegó y se quedó. El sobrino no la olvida y va casi todas las semanas a visitarla. Está ampliando la casa para que la tía pueda regresar a vivir con él.
María es de la provincia del Cañar. Dice que se casó cinco veces y que en todos los matrimonios enviudó. "No sé por qué dios no me mandó hijos. Y eso que me casé algunas veces. Pero se me morían y volvía a quedarme sola. Por eso cuando llegué aquí y Elías me propuso matrimonio, le dije que mejor fuéramos novios. No vaya a ser que nos casemos y me quede viuda de nuevo. El es un hombre bueno, serio y respetuoso. Ya le conté a mi sobrino que tengo novio".
El jardín es el lugar preferido de esta pareja "aquí venimos para estar solitos, no hacemos nada malo, nos abrazamos, nos damos besitos y nos queremos" y me lo cuenta a modo de despedida. Así que me despido y regreso al interior del centro.
Ahí el barullo de la música y de los juegos no convence a Carmen Granizo, de 96 años, quien pide insistentemente que la saquen en su silla de ruedas al patio. Pero la tarde está soleada y Janeth Perea, la administradora del centro le dice que mejor espere, que más tarde puede salir.
La historia de Carmen, es parecida a la de los demás adultos mayores que viven en el centro. La policía la encontró deambulando por el parque y la llevó a las oficinas del MIES de Milagro. Ahí contó que su familia la maltrataba y que por eso se había escapado. La sobrina, con la que Carmen vivía, argumentó que no podía hacerse cargo de la anciana.
Cuántos recuerdos vendrán a la memoria mientras tira las cartas en un intento de encontrar una respuesta para acallar un dolor que le corroe el alma y que nace de la soledad en medio del silencio. |
Por su avanzada edad, Carmen necesita ayuda, las cuidadoras del centro la bañan y la visten. Eso sí a la hora de comer ella puede sola. Y como el centro es ahora su hogar, y como en todo hogar hay mascotas, Carmen adoptó un gato. Un gato callejero, de esos botados que no tiene dueño. Lo adoptó para cuidar de él. Para alimentarlo. Y parece que la historia del cariño de doña Carmen a los gatos se ha regado entre los felinos del barrio, porque ahora son algunos los gatos que en las tardes llegan al patio del centro para acompañarla.
Una de las historias más recordadas es la de La Pequeñín. La policía la encontró caminando perdida en la calle y la llevó al centro gerontológico. No estaba tan maltratada, como normalmente están los adultos mayores indigentes abandonados. Era de baja estatura, blanca y de unos hermosos ojos de color claro. Se aferraba a una funda con compras y cuando le preguntaban como se llamaba escribía en papel un nombre. Poco después descubrieron que el nombre lo copiaba de la factura que tenía en la funda de compras. Era sorda y no hablaba. Se hacía difícil poder ubicar a sus familiares. Y lo único que tenían era la factura que correspondía a un local en la ciudad de Portoviejo.
Se pidió la colaboración de un diario de esa ciudad para que publique la historia de La Pequeñín y ver si así aparecía algún familiar. Y el intento resultó. Al día siguiente de publicar la historia, llegó su hija a recogerla. La Pequeñín saltaba de alegría. Y por primera vez en el centro gerontológico lograron escuchar su voz. "Bebé" era todo lo que repetía mientras abraza a su hija.
Todos la recuerdan porque era hermosa y muy cariñosa. El día en que se fue agarrada de la mano de su "bebé" también se llevó la funda de compras que nunca quiso soltar y que le recordaba que tenía un hogar al que necesitaba regresar.
Los personajes de estas historias forman parte de ese 6.5% de la población ecuatoriana llamada adultos mayores. En el Ecuador según el censo del 2010 se registraron 940.905 adultos mayores (personas de 65 años en adelante).
Y aunque lo mas humano sería envejecer acompañados por nuestras familias, junto a nuestras parejas o con los hijos que criamos, convertirse en un adulto mayor, muchas veces viene acompañado de la discriminación y abandono de la sociedad que subestima la experiencia, sabiduría y conocimientos de los adultos mayores.
El artículo 37 de nuestra constitución del 2008, advierte que "la ley sancionará el abandono de las personas adultas mayores por parte de sus familiares o las instituciones establecidas para su protección" pero en la práctica, estas sanciones no se cumplen.
Como una medida para precautelar los derechos de los adultos mayores, el estado ecuatoriano, a través de su ente rector de las políticas sociales, el MIES, ha creado 17 centros gerontológicos a nivel nacional.
Uno de estos centros es el que se encuentra en la ciudadela Las Piñas, en la ciudad de Milagro y que da atención a 16 adultos mayores en la modalidad de residentes, a 70 en la modalidad ambulatoria y a 100 que son visitados por los promotores en sus respectivos hogares.
Cecibel Avecilla, Directora Distrital del MIES, Zona 5 nos cuenta: "La atención en el centro es totalmente gratuita. Con la ayuda de otras instituciones estatales y de la ciudadanía, hemos logrado rescatar a los adultos mayores que se encuentran en situación de abandono e indigencia en las calles. Cuando llegan al centro, son huraños, desconfiados. Lo primero que hacemos es bañarlos, cortarles las uñas y que un médico los evalúe. Luego la trabajadora social trata de ubicar a sus familiares. La situación es muy estresante, porque la mayoría de los familiares se desentienden del adulto mayor y ahí hay que empezar a trabajar en la reinserción, en que la familia entienda que sí es verdad que el estado es el garante de los derechos de ese adulto mayor pero que la familia tiene corresponsabilidad en que se cumplan estos derechos.
Oiga profe, porque mejor no bailamos en lugar de hacer tanta tontera que me deja toda adolorida ... ya pues, no sea malito mire que una salsa no le hace mal a nadie!!! |
Algunas veces el problema no es el dinero, sino la falta de sensibilidad, el tiempo que las familias dicen no tener para cuidar a su adulto mayor. Actualmente tenemos el caso de dos hijas, cuyo padre está viviendo en el centro gerontológico. Ellas tienen una situación económica normal, no son pobres. Pero se niegan rotundamente a recibir al padre. Lo que hemos logrado luego de las reuniones con la trabajadora social es que las dos hijas se junten y le paguen el alquiler de una vivienda al papá. Así el señor viene en la modalidad ambulatoria al centro, es decir viene en la mañana y se quede hasta la noche. Y luego se va a dormir a la vivienda que le van a alquilar las hijas. Tratamos siempre que el adulto mayor pueda reintegrarse a sus familias. Y que sigan viniendo al centro para continuar con las terapias de rehabilitación, de recreación, a los chequeos médicos.
Los que viven aquí reciben desayuno, almuerzo, cena y un refrigerio en la mañana y otro en la tarde. Y los que vienen en la modalidad ambulatoria reciben el almuerzo y la cena y los dos refrigerios. Además tenemos convenios con el Ministerio de Educación, lo que permite que los adultos mayores reciban clases de alfabetización en la mañana. También reciben terapias recreativas del Ministerio del Deporte como aerogimnasia, bailoterapia".
Como sociedad nos queda la tarea de reeducarnos culturalmente, nuestros adultos mayores no necesitan favores, limosnas o lástima. Ellos lo que necesitan es su espacio dentro de una sociedad que debe aprender a respetar y valorar su experiencia y sabiduría.
Fotos: Wilson Bravo
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