viernes, 28 de agosto de 2009

"CERO TOLERANCIA?...O INTOLERANCIA TOTAL?"


“¿Sabía usted que Tolerancia Cero significa intolerancia total?”, en clara
alusión a lo que yo siento por ese programa de Ecuavisa: en que
semanalmente y generalmente, se presenta a un grupo (mayoritario) de
panelistas militantes del status quo, conservadores, intolerantes a los
cambios; una pandilla de bullangueros organizados para rechazar todo
aquello que exceda su margen de influencia y control. En estos dos años
este y otros programas clonados que se hayan diseminados en radios y
canales de todo el país, no ha hecho sino acrecentar en mí, cada vez
que debo aguantarlos, esa sensación de que son como un Dulcolat
ideológico con que el conductor pretende limpiar de la mente de la
teleaudiencia cualquier otra opinión que no sea la suya, utilizando sus
modismos culturales y lenguajes verbales y simbólicos para agredir una
y otra vez al actual gobierno. Todo ese desenfreno (una versión
ecuatoriana del destape español posfranquista) deviene en el paroxismo
de sentir que tienen el monopolio de la verdad (¡qué previsible!), que
pueden administrarlo y desautorizarlo todo y a su antojo, sin que siquiera
medie un ápice de disenso (¡qué absurdo!). En realidad, se trata de un
diálogo de sordos, no de oyentes, que no logran ponerse de acuerdo en
nada, y que a la vez, se duermen convencidos de haber persuadido a
los otros; un mundo de insultantes, no de conciliadores; de arrogantes,
no de humildes, de asalariados no de independientes.

Estamos en medio de un escenario –o de múltiples escenarios– donde
coexisten otros innumerables monopolios (radicalismo por antonomasia),
como el de aquellos que tienen la fuerza coercitiva como atributo de su
poder, de aquellos que han hallado en la acumulación de la riqueza su
manera de interpretar la diferencia, o aquellos que entienden la cultura
como un desfile de batucadas y prebendas, o aquellos que están
convencidos que los cambios sociales se pueden hacer sentados en un
sofá viendo las noticias, o acribillando a sus enemigos ideológicos con
el clic del mouse. Siempre, en todo caso, desde un lugar cómodo y
limpiecito, nunca desde la calle húmeda y hostil; siempre desde una
trinchera segura, nunca desde la valentía o el mero deseo de convertirse
en leyenda; siempre desde la privacidad personal o grupal, nunca desde
una voluntad revolucionaria, masiva; siempre desde el blá blá que aturde
los análisis, nunca desde una doctrina sólida; siempre desde la vitrina
empotrada en las instituciones, siempre amparados en una interpretación
personal y antojadiza de la "libertad de expresión", jamás desde la piel ni
desde la indigencia. Siempre lo mismo, siempre serán: intolerancia total.

Echando mano a esas “clásicas” discrepancias religiosas, políticas y
económicas que connotan el mundo social, estos "señores de la guerra",
porque no se creerán que el único "valiente" es el conductor del
programa, aunque él lo jure y lo rejure, detrás de él están los que dan las
órdenes, aflojan la plata y mandan los "invitados" claves... ellos, han ido
extrayendo otras discrepancias un poco menos selectas, más
sofisticadas, pero igual de virulentas y despreciables que aquéllas, como
los odios de las barras bravas de los apasionados del fútbol, desde
donde hemos aprendido a odiarnos de manera más mediática, más
explícita, confesa, pintados con los colores de nuestros fanatismos y
ahora nos odiamos por la ropa que llevamos, por el auto que
conducimos, por la casa que habitamos, por el trabajo que tenemos o no
tenemos, por la playa donde nos bronceamos, por la amante que
podemos o no pagar, por la universidad pelucona o la escuela pública
que nos toca; no obstante odiarnos desde la individualidad para luego
caemos en la confusión de estar odiándonos en masa. Cómo no hacerlo
si para ellos ya no existe ese modo de organización social al que
llamábamos “pueblo”. Lo que ellos quieren es la suma de los grupos que
cada mañana salen de sus respectivos ghettos (condominios, ciudadelas
o invasiones) a acarrear alimentos a la madriguera, para volver al
atardecer, o al anochecer –según la buena o mala suerte– a encerrarse
en ellos, atormentados (según ellos), por la nueva doctrina social de la
revolución ciudadana.

Pero, ¿quién ha inventado y luego fomentado este modus vivendi?.
Nosotros –los periodistas, la gente de carne y hueso– sólo tenemos
incertidumbres, y desde ellas tal vez nos esté permitido teorizar. La
paradoja podría ser atroz: los medios de comunicación –no el gobierno,
no la sociedad civil, no la Iglesia ni las fuerzas armadas–, son los
responsables. Ellos –los Mas media– son las “fábricas de opinión”, los
atizadores del fuego social –más que interpretadores de la realidad–; sus
propietarios –los dueños del capital–, son quienes levantan o bajan el
dedo de lo que se puede o se debe decir; nosotros, los periodistas –los
obreros que vendemos o regalamos nuestra fuerza de trabajo– somos
quienes damos la cara, quienes recibimos el escupitajo o el palmetazo.

Esta respuesta provisoria quizás sirva para entender por qué algunos
programas de opinión (como “Cero Tolerancia”, "Contacto Directo" y otros
tantos que todos conocemos) generan expectativas en el público
televidente, y por qué éstos, en general, se han transformado en
insumos, no para el análisis de la realidad, como podría sostenerse, sino
como (en) parte del problema, toda vez que sus conductores suelen caer
en la tentación de sentirse protagonistas y no analistas; sin embargo, la
respuesta no alcanza para satisfacer la pregunta entre líneas: ¿qué
intereses representan y defienden los conductores y ciertos panelistas
de los programa de televisión?
Cada vez que se conforman los equipos que debaten ante las cámaras o
micrófonos, ¿se está buscando púgiles dispuestos a salir con los ojos
hinchados y sin dientes, a causa de sus encarnizadas confrontaciones, o
sólo se busca a afiebrados enemigos del régimen con antojadizas
demandas, falsos y misteriosos documentos, denunciantes de supuestos
abusos, supuestas violaciones a la libertad de expresión, quejas de
sufridores del síndrome de Gulliver, supuestas calumnias, mentiras,
interpretaciones amañadas, así como hacen en Contacto Directo o en

“Tolerancia Cero”... o al revés?. ¿O acaso sólo buscan mantener la
homeostasis del sistema?
Ello explicaría la frenética búsqueda de nuevos Fernando Balda,
infiltrados en el régimen, quinta columnistas, periodistas, pro-Uribe,
pro-Bush, que están en OFERTON para las finales de la campaña... pero
como dijo una amiga que leyó este artículo antes de publicarlo:
"Ningún canal va llevar gente anti sistema político, económico y social de
los mismos de siempre, para que le cagen el negocio".
Obvio.

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